There are places I remember, all my life, though some have changed some forever not for better, some have gone and some remain. All those places have their moments...
In my life I loved them all...


21 de septiembre de 2009

Primavera...



Se levantó con esa extraña sensación de como quien no quiere la cosa. Acostumbrada al clima tan frío se quitó el pijama al lado del calefactor y se puso toda la ropa que encontró a su alcance: medias largas, pantalón de jean, camiseta, camisa, suéter y camperita de algodón. Todavía no había abierto la persiana pero sin querer se dio cuenta de que había más luz de lo habitual. No le dio demasiada importancia y se dirigió al escritorio para buscar su mochila. Tomó algunas monedas del lapicero, los libros de la biblioteca y se puso algo de perfume. Preparó todo para bajar, pero estaba olvidando algo...claro! el gorro, la bufanda y los guantes que estaban en el cajón del placard. Luego de buscarlos y colgárselos del hombro, salió al pasillo, cerró la puerta de su habitación y bajó las escaleras como todas las mañanas. En la cocina su madre preparaba el desayuno mientras su padre leía el diario y su hermano, siempre sin hacer nada, miraba todo desde la silla donde estaba sentado.
- Buenos días.- dijo ella y se dirigió a la sala para dejar la mochila arriba del sillón. Nadie parecía notar nada, pero había más luz de lo normal, además, las persianas estaban abiertas de par en par. Pero todos parecían muy ocupados en sus asuntos cotidianos como preparar el desayuno, leer el diario, ver la televisión, etc.
Finalmente la hora de irse llegó. Todos tomaron sus bolsos, mochilas y demás; y salieron dirigiéndose cada uno a su auto. Los niños, en la vereda, esperando el autobús. Todo parecía extraño, pero nadie sabía con certeza qué era lo que estaba sucediendo, ni porqué. El autobús llegó, los padres partieron cada uno a su trabajo, cada uno en su auto. Al parecer, sus compañeros pensaban lo mismo, pero no le daban demasiada importancia. En la escuela, todos estaban demasiado ocupados con los intercolegiales, la revista escolar, los exámenes de fin de trimestre, etc. Ligeramente habían notado un cambio, pero todos continuaban usando sus ropas invernales cual cebollas de verdulería. Los deportistas seguían usando pantalones largos, los profesores no dejaban de lado jamás sus camisas y corbatas bien ajustadas, los estudiantes con camperas, bufandas o pañuelos al cuello y botas a los pies. Todo seguía igual que el viernes. Las horas pasaban, ahora más despacio y la luz era cada vez más cálida. El mediodía tardó bastante en llegar y las horas del almuerzo parecían alargarse conforme las agujas del reloj caminaban por ese círculo de plástico colgado en la pared del buffet. La tarde de deporte y materias extracurriculares se hacía cada vez más cálida y parecía no terminar más.
Finalmente el colegio terminó y todos salieron contentos hacia sus casas. Tania, de quien hablábamos al principio de la historia, decidió volverse caminando a su casa. Observaba todo con rareza. La gente que caminaba a su alrededor también observaba todo como si fueran de otro planeta. Por momentos parecía notar que los árboles estaban más verdes y había algo de color y perfume en el aire. Pero no era lo suficiente como para que se dieran cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. El resto de la tarde pasó lenta y entre libros, apuntes, carpetas y lápices. La gente llamaba a la radio preguntándose lo mismo: ¿Qué estaba pasando con la naturaleza? ¿Acaso se había vuelto loca? Pero nadie sabía responder, ni siquiera en la televisión, los programas de espectáculos y demás, sabían responder lo que la gente tan preocupada venía indagando.
La noche llegó, lentamente pero llegó. Tania salió al jardín a buscar el tendedero de ropa. Notó que estaba totalmente seca y calentita, lo que significaba que debía haber estado al sol durante todo el día. Antes de cerrar la puerta del quincho con llave, miró al cielo y quedó totalmente petrificada al ver el pedazo de cartulina negro lleno de puntos de brillantina plateada. El cielo estaba completamente lleno de estrellas! Era imposible que no hubiera ni una sola nube que indicara lluvia o frío. Sin embargo, pese a todos los indicios que había presenciado durante el día, no logró determinar porqué estaba ocurriendo esa serie de sucesos tan extraños. Los árboles, las flores, el perfume, los insectos, la luz, el cielo, el tiempo, todo lo indicaba, pero nadie parecía haberse dado cuenta de que al fin había llegado la primavera.

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